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Filba Nacional Bariloche 2017

Biografía

Esteban Castromán

El primer libro que me obsesionó y leí –cándido, extrañado– fue una enciclopedia de Física Básica de los años 50 que juntaba polvo en la pequeña biblioteca de la casa del conurbano bonaerense donde crecí. Año ochenta y cinco. Tenía diez. Me fascinaban aquellas palabras sofisticadas y poco usuales que iban construyendo una galaxia de sentido en sincro con mi curiosidad infantil: la explicación tecno-científico-popular de ciertos fenómenos, sugestivos por invisibles, pero bastante tangibles, como la electricidad que hacía funcionar los artefactos con los que convivíamos todos los días.
Un año después comenzó a venderse en los kioscos de diarios una colección semanal llamada Biblioteca Básica Electrónica. Yo aún iba a la primaria y compraba cada tomo con el dinero que me daban para comer panchos en los recreos. La primera entrega se titulaba El Laboratorio Básico y me llamó la atención su frase de contratapa: La principal función del laboratorio de electrónica es proporcionar un lugar de trabajo donde el aficionado…. Me sorprendió el concepto de lo aficionado, saber que estaba dirigido a un público amateur, es decir, que tenía en cuenta la posibilidad de que alguien como yo, un alien del saber electrónico, pudiera tener intenciones de aterrizar allí. Mi primer acercamiento erótico a la idea del hazlo tú mismo.
Toda aquella inquietud ñoño-tecnofílica, luego derivó en el hábito de desmantelar electrodomésticos. En el fondo quería ser inventor, crear dispositivos para viajar a través del tiempo y el espacio. Pero la ciencia no era realmente la cosa. Tan solo estaba obsesionado con el lenguaje de la técnica. Porque años más tarde cursé cuatro años en una secundaria industrial y me llevé Taller (la materia) a marzo, algo así como que un estudiante de educación física repruebe gimnasia.
Entonces, el acercamiento a la dimensión de la escritura se perfilaba como única zona interesante, extraña, para la identidad mutante de un chico de catorce: confeccioné mis primeras historietas infectadas por el horror y la ciencia ficción televisiva; compuse letras de hip hop; canté rap en un programa de televisión bajo el nombre de Master Kayro.
Fracasé en el industrial y me pasé a un bachiller. Después estudié Comunicación en la UBA, mientras trabajaba en lugares horribles. Leí varios libros, ví algunas películas, escuché muchos discos.
En 2005 cree el colectivo editorial Clase Turista, junto a Iván Moiseeff y Lorena Iglesias: libros extravagantes y proyectos transdisciplinarios que cruzan escritores, cineastas, músicos y artistas visuales de Buenos Aires, México, Madrid y Amberes. También coordino el espacio Zona Futuro (el radar de nuevas tendencias, estéticas y tecnologías de la Feria Internacional del Libro Buenos Aires) que ya va por su sexto año. Actualmente estoy a cargo de la plataforma de innovación digital editorial IndieLibros.
Libros publicados: La cuarta dimensión del signo (Alto Pogo, 2016), La puerta del garage quedó mal cerrada y entraron todos ustedes (los-proyectos, 2015), El Alud (Mansalva, 2014), Cablerío (Exposición de la actual narrativa rioplatense, 2014), El Tucumanazo (CT, 2012), Pulsión (Paradoxia, 2011), 380 voltios (Pánico el pánico, 2011) y Fin (Vox, 2009), entre otros. Mi próxima novela se titula Las rocas y las bestias.